Niños by David Roas

Niños by David Roas

autor:David Roas [Roas, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-02T00:00:00+00:00


Esta vez el dibujo es mucho más estilizado y esquemático que los anteriores; el trazo es rápido, frenético, como si quisiera acabarlo pronto.

La figura del Chupacabras se ha vuelto aún más sombría, pero la diferencia esencial está en el espacio donde sitúa al monstruo. O, mejor, en la falta de él. Si en los dibujos anteriores había creado escenas muy realistas, representando con detalle la cueva de la que salía el monstruo, la ladera de la montaña por la que avanzaba, las plantas y árboles del campo, la ciudad vista desde el aire y el interior de su habitación, en el nuevo, el Chupacabras aparece sobre un fondo blanco. Nada despista la atención del receptor. El monstruo es lo único que importa.

Al fijarme en su figura, me doy cuenta de que ha dejado de ser reptiliana. Salvo las alas y los cuernos, ya no parece un dragón. Mi hijo ha acentuado la hibridez de la imagen dotándole de brazos y piernas humanos y quitándole las escamas que antes cubrían su cuerpo, convertido ahora en un alargado borrón negro.

Su rostro también ha sufrido una alteración, pues ahora tiene un aspecto más grotesco, incluso abyecto, aunque tal vez estoy exagerando. Sea como sea, no hay duda de que la imagen refleja las perversas intenciones de la bestia, su ferocidad. Por su posición, parece perseguir a alguien. O estar abalanzándose sobre su presa. Resulta perturbadora. Aún más tratándose de un dibujo realizado por un niño de seis años.

Sin poderlo remediar, me invade un extraño presentimiento. La sutil intuición de una amenaza desconocida, que mi sentido común rápidamente rechaza.

No sé qué puedo decirle. Aunque quizá sea mejor callar y esperar a que sus terrores nocturnos se vayan diluyendo. Ayudarle a que se olvide de ellos. Hasta que los desplacen otros nuevos. El mundo es un lugar hostil.

Al volver del parque, le digo que me ayude a preparar una pizza. Escoge tú los ingredientes, venga. Yo me encargo de la peli. Vamos a montar una fiesta para los dos. Sigo con mi plan tranquilizante.

Hoy no ha tardado nada en dormirse. Ni siquiera le ha dado tiempo a escuchar el principio de La isla del tesoro.

Voy a su habitación y cojo la carpeta en la que he ido escondiendo los dibujos del Chupacabras. Mi idea de apartarlos de su vista no ha servido para mucho. Voy pasando las páginas, revisando uno por uno los retratos del monstruo. Vistos así, da la sensación de que cuentan una historia. Me sorprende mi reacción. Mi absurdo deseo de dar sentido a lo que no lo tiene. No son más que dibujos, tal vez inesperados en un niño de su edad. Imágenes de una obsesión a la que no daría ningún valor si se tratase de un adulto.

Los guardo de nuevo en la carpeta y regreso a mi habitación. Aunque es pronto, me acuesto; yo también estoy cansado, después de dos noches compartiendo cama con mi hijo. Me tumbo lo más alejado que puedo de él. Su pausada respiración no tarda en adormecerme.



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